Los griegos eran un pueblo patriarcal y sólo en la pequeña ciudad-Estado militarista de Esparta tuvieron las mujeres algún grado de poder. Las atenienses- por lo menos las esposas de los ciudadanos ricos- estaban tan recluidas como lo estuvieron después las mujeres del Islam. En una sociedad que veneraba la sabiduría, la mayor parte de las mujeres era analfabeta. Sin embargo, aun en Atenas y en las demás ciudades-Estado dominadas por los hombres, algunas mujeres pudieron superar las trabas culturales de su sexo y contribuyeron al desarrollo de la filosofía natural.
Fue en la Atenas del período clásico donde se sentaron las bases de la filosofía natural, la metafísica y la ideología política de la civilización occidental. En el siglo V a. C., alentada por sus éxitos políticos y militares, la ciudad-Estado entró en un período de prosperidad y grandez intelectual. Gracias al trabajo de las mujeres, los extranjeros y los esclavos, los ciudadanos de Atenas (que constituían alrededor de un 10% de la población) gozaban de libertad para dedicarse a las actividades políticas y culturales. El surgimiento de una forma democrática de gobierno en Atenas atrajo a los filósofos y matemáticos de todo el mundo mediterráneo, muchos de los cuales eran pitagóricos. Recibían el nombre de sofistas, pues pretendían enseñar el conocimiento. En realidad enseñaban a sus discípulos la retórica y la manera de triunfar en las discusiones usando la lógica matemática, lo cual era una técnica muy útil en una “sociedad democrática”. Con los filósofos atenienses, la ciencia se volvió más empírica. Fueron los primeros que distinguieron claramente entre ciencia y religión. Alentaban la observación directa y cuidadosa de la naturaleza, el uso de la lógica deductiva, y creían en la máxima según la cual los fenómenos observados se debían a causas naturales, y no sobrenaturales.
La prostitución era una profesión floreciente en la Atenas clásica. Las prostitutas de alta categoría, las hetairas (“compañeras de los hombres”), solían ser mujeres de origen extranjero a quienes la ley impedía casarse con ciudadanos atenienses. Las hetairas generalmente eran instruidas, tenían dotes artísticas e intelectuales, y constituían una clase aparte, pues no estaban atadas por las restricciones que la ley imponía a las esposas de los ciudadanos de Atenas.
La más famosa de las hetairas fue Aspasia (470-410 a-C.), nacida en Mileto en la provincia de Jonia, hija de Axioco, un hombre instruido que le proporcionó una buena educación. Fue a Atenas para participar en la vida intelectual de la ciudad pero, en su calidad de extranjera, se encontró clasificada como cortesana.
Después del año 445 a.C. Aspasia vivió con Pericles, el dirigente militar y político de Atenas. Se dice que escribió su famosa oración fúnebre del año 430, y aparece en los Diálogos de Platón como maestra de Sócrates. Esquines, en su diálogo socrático “Aspasia”, la menciona como maestra sofista. Según Plutarco, enseñó la retórica a muchos nobles atenienses: “A veces el propio Sócrates iba a visitarla, con algunos de sus conocidos; y los que la frecuentaban llevaban consigo a sus esposas para que la escucharan”. Y esto a pesar de que su ocupación era “poco encomiable”, pues Aspasia tenía un salón o, como decía Plutarco, “una casa de jóvenes cortesanas”, donde se reunían los dirigentes de la Atenas clásica para hablar de cuestiones políticas y científicas. A su salón asistía Anaxágoras, el importante filósofo jonio, el primero en sugerir que la Luna y los planetas eran semejantes a la Tierra y que el brillo de la Luna se debía a la luz reflejada. Anaxágoras y Aspasia fueron perseguidos por impíos y sólo lograron salvarse gracias a la intervención de Pericles.
En el siglo IV se dio en Alejandría un pequeño renacimiento científico, iluminado por la más famosa de todas las mujeres hasta Maire Curie. Durante quince siglos se pensó que Hipatia era la única mujer de ciencia en la historia. Aun hoy en día, por razones que están más emparentadas con una visión romántica de su vida y su muerte que con sus verdaderos logros, es frecuente que sea la única mujer mencionada en las historias de las matemáticas y de la astronomía.
Hipatia es la primera mujer de ciencia cuya vida está bien documentada. Aunque la mayoría de sus escritos se ha perdido, existen numerosas referencias a ellos. Y además, murió en un momento conveniente para los historiadores. Fue la última científica pagana del mundo antiguo, y su muerte coincidió con los últimos años de Imperio romano. Como no hubo adelantos significativos en matemáticas, astronomía ni física en ninguna parte del mundo occidental durante los mil años siguientes, Hipatia ha llegado a simbolizar el fin de la ciencia antigua. La decadencia ya existía desde hacía varios siglos, pero después de Hipatia sólo existieron la barbarie y el caos de los años de oscurantismo.
Al nacer Hipatia, en 370 d.C., la vida intelectual de Alejandría se encontraba sumida en una peligrosa confusión. El Imperio romano se estaba convirtiendo al cristianismo, y era muy frecuente que los cristianos celosos sólo vieran herejía y maldad en las matemáticas y la ciencia: “los matemáticos” debían ser destrozados por las bestias salvajes, o bien quemados vivos”. Algunos de los padres del cristianismo resucitaron las teorías sobre una tierra plana y un universo en forma de tabernáculo. Los violentos conflictos entre paganos, judíos y cristianos fueron azuzados por Teófilo, patriarca de Alejandría. No era una época propicia para ser científico ni filósofo.
El padre de Hipatia, Teón, era un matemático y astrónomo que trabajaba en el Museo. Supervisó todos los aspectos de la educación de su hija. Según la leyenda, estaba decidido a que se convirtiera en “un ser humano perfecto”- ¡y esto en una época en que se solía considerar que las mujeres eran menos que humanas! Hipatia era realmente una joven excepcional. Viajó a Atenas y a Italia, impresionando a todos los que la conocieron por su inteligencia y su belleza. Al volver a Alejandría, se dedicó a la enseñanza de las matemáticas y la filosofía. El Museo había perdido su preeminencia, y Alejandría contaba con escuelas diferentes para paganos, judíos y cristianos. Sin embargo, Hipatia enseñaba a miembros de todas las religiones, y quizá haya sido titular de una cátedra municipal de filosofía. Según el enciclopedista bizantino Suidas, “fue oficialmente nombrada” para explicar las doctrinas de Platón, Aristóteles, etc. Los estudiantes iban a Alejandría a asistir a las lecciones de Hipatia sobre matemáticas, astronomía, filosofía y mecánica. Su casa se convirtió en un centro intelectual, donde se reunían los estudiosos para discutir cuestiones científicas y filosóficas.
La mayoría de los escritos de Hipatia eran libros de texto para sus estudiantes. Ninguno ha permanecido intacto, pero es posible que partes de su obra estén incorporadas en los tratados existentes de Teón. Hay alguna información sobre sus talentos en las cartas de su alumno y discípulo Sinesio de Cirene, el rico y poderosos obispo de Tolemaida.
El trabajo más importante de Hipatia fue en álgebra. Escribió un comentario sobre la Aritmética de Diofanto, en 13 libros. Diofanto vivió y trabajó en Alejandría en el siglo III, y se le ha llamado “padre del álgebra”. Desarrolló las ecuaciones indeterminadas (diofánticas), es decir, ecuaciones con soluciones múltiples. También trabajó con ecuaciones cuadráticas. Los comentarios de Hipatia incluían algunas soluciones alternas y muchos nuevos problemas, que luego fueron incorporados a los manuscritos diofánticos.
Hipatia también escribió un tratado Sobre la geometría de las cónicas de Apolonio, en ocho libros. Apolonio de Perga fue un geómetra alejandrino del siglo III a.C., a quien se deben los epiciclos y los deferentes para explicar las órbitas irregulares de los planetas. El texto de Hipatia era una vulgarización de su obra. Hipatia, como sus antepasados griegos, sentía gran atracción por las secciones cónicas (las figuras geométricas que se forman cuando un plano pasa por un cono). Después de su muerte, las secciones cónicas cayeron en el olvido hasta comienzos del siglo XVII, cuando los científicos se dieron cuenta de que muchos fenómenos naturales, como las órbitas, se describían mejor por medio de las curvas formadas por secciones cónicas.
Teón revisó y mejoró los Elementos de geometría de Euclides, y su edición es la que todavía se emplea en nuestros días. Es probable que Hipatia haya colaborado con él para la revisión. Más tarde los dos escribieron juntos por lo menos un tratado sobe Euclides: Hipatia también es autora de por lo menos uno de los libros de la obra de Teón sobre Tolomeo. Éste había sistematizado todos los conocimientos contemporáneos sobre matemática y astronomía, en un texto de trece libros que llamó modestamente Tratado matemático. Los eruditos árabes medievales le dieron el nombre de Almagesto (“Gran Libro”). El sistema de Tolomeo siguió siendo el trabajo astronómico más importante que había hasta Copérnico, en el siglo XVI. Es posible que el Canon astronómico (las tablas que elaboró Hipatia para los movimientos de los cuerpos celestes) haya formado parte del comentario de Teón sobre Tolomeo, pero también puede haber constituido una obra aparte.
Además de la filosofía y la matemática, Hipatia se interesaba en la mecánica y la tecnología práctica. En las cartas de Sinesio están incluidos sus diseños para varios instrumentos científicos, incluyendo un astrolabio plano. El astrolabio plano se usaba para medir la posición de las estrellas, los planetas y el Sol, y para calcular el tiempo y el signo ascendente del zodiaco.
Hipatia también desarrolló un aparato para destilación de agua, un instrumento para medir el nivel del agua, y un hidrómetro graduado de latón para determinar la gravedad específica de los líquidos (densidad).
Alejandría en el siglo IV era un centro de estudiosos neoplatónicos. Aunque es posible que Hipatia haya estudiado en la escuela neoplatónica de Plutarco el Joven y su hija Asclepigenia en Atenas, su tipo de neoplatonismo era más tolerante y estaba basado en las matemáticas. Había rivalidad entre las escuelas neoplatónicas de Alejandría y Atenas; la escuela de Atenas daba importancia a la magia y a lo oculto. Para los cristianos, sin embargo, todo platónico era un peligroso hereje.
Hipatia también se enfrascó en la política de Alejandría: explicaba públicamente los escritos de Platón, o de Aristóteles, o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar. Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad.
Como pagana, partidaria del racionalismo científico griego y personaje político influyente, Hipatia se encontraba en una situación muy peligrosa en una ciudad que iba siendo cada vez más cristiana. En 412 Cirilo, un cristiano fanático, se convirtió en patriarca de Alejandría, y se desarrolló una intensa hostilidad entre él y Orestes, prefecto romano de Egipto, antiguo alumno y viejo amigo de Hipatia. Poco después de asumir el poder, Cirilo empezó a perseguir a los judíos, a quienes echó de la ciudad a millares. Luego, a pesar de la vehemente oposición de Orestes, dedicó su atención a librar a la ciudad de los neoplatónicos. Haciendo caso omiso de los ruegos de Orestes, Hipatia se negó a traicionar sus ideales y convertirse al cristianismo.
El asesinato de Hipatia está descrito en la obra de un historiador cristiano del siglo V, Sócrates el Escolástico:
“Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo; descuartizan su cuerpo; llevan los pedazos a una lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas”
Los hechos ocurrieron en marzo de 415, justo un siglo después de que los paganos habían asesinado a Catalina, una erudita alejandrina cristiana. Los asesinos de Hipatia eran parabolanos, monjes fanáticos de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén, quizá ayudados por monjes nitrios. No se sabe si Cirilo ordenó directamente el asesinato, pero por lo menos creó el clima político que hizo posible tan atroces hechos. Más tarde Cirilo fue canonizado.
Orestes informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación. Luego renunció a su puesto y huyó de Alejandría. La investigación se pospuso repetidas veces por “falta de testigos” y más tarde Cirilo proclamó que Hipatia estaba viva en Atenas. El brutal asesinado de Hipatia marcó el final de la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio romano.
Con la difusión del cristianismo, la aparición de numerosos cultos y el caso religioso generalizado, en interés en la astrología y el misticismo sustituyó a la investigación científica. En 640 los árabes invadieron Alejandría y destruyeron lo que quedaba del Museo. Pero aunque Europa ya había entrado en la era del oscurantismo, la ciencia griega sobrevivió en Bizancio y floreció en el mundo árabe.
(Margaret Alic. El legado de Hipatia. Siglo veintiuno editores. México. 1991)