La escuela fundada por Epicuro de Samos en una propiedad a las afueras de Atenas alrededor del 306 a.C. fue la primera de las grandes escuelas filosóficas del período helenístico. A los miembros de esta escuela se los conoce como epicúreos o filósofos del jardín, ya que la propiedad en la que estaba ubicada contaba con un huerto o jardín en el que a Epicuro le gustaba reunirse con sus discípulos para impartir sus enseñanzas.
La escuela de Epicuro no estaba constituida por un círculo de intelectuales dedicados a la reflexión y a la investigación, a diferencia de la Academia de Platón y del Liceo de Aristóteles. Su objetivo es formar una comunidad de personas que decidieran adoptar un modo de vida poco habitual convencidos de que así alcanzarían la felicidad.
Epicuro estructuró el conjunto de sus doctrinas de acuerdo con las tres grandes áreas en las que los miembros de la Academia de Platón habían dividido la filosofía: lógica, física y ética.
1.Canónica
Epicuro llamó canónica a la lógica porque para él lo importante era establecer un canon, es decir, una regla o criterio que identifique la verdad y ayude a orientar la conducta hacia la felicidad. En su canónica estableció tres criterios de verdad, dos de ellos relacionados con el conocimiento de la realidad y un tercero vinculado al obrar humano:
*Sensación. Se produce cuando los átomos que se desprenden de la superficie de los objetos penetran en el sujeto a través de los sentidos, formando una imagen.
*Anticipación. Es una representación genérica que se produce por la repetición de sensaciones del mismo tipo y que queda almacenada en la memoria. En realidad, se trata de los conceptos, pero Epicuro los llama así porque anticipan lo que vamos a percibir, de modo que lo reconocemos cuando se nos hace presente.
*Sentimiento. Epicuro se refiere principalmente a los sentimientos de placer y dolor. Este criterio de verdad no nos sirve para conocer la realidad, sino para decidir sobre nuestra acción: el placer actúa como criterio para lo que debemos elegir y el dolor para lo que debemos evitar.
El fundamento de estos criterios de verdad está, para Epicuro, en que en todos ellos el sujeto se comporta de forma pasiva y receptiva, mientras que el objeto es el elemento activo que causa tanto la sensación como la anticipación o el sentimiento. La evidencia sensible es la que garantiza la verdad de los tres criterios, por lo que cabe afirmar que la epistemología epicúrea es empirista.
El error surge, según Epicuro, con el juicio y el razonamiento, que constituyen lo que él llama opinión. En la opinión el sujeto no se limita a captar, sino que se vuelve activo al establecer conexiones entre los elementos captados. Por ejemplo, la imagen de un árbol que se forma en el sujeto es indiscutiblemente verdadera puesto que la han producido los propios átomos del árbol que entran en el sujeto a través de los sentidos; sin embargo, cuando el sujeto emite el juicio “esto es una oveja”, puede estar cometiendo un error al confundir la anticipación (concepto) de “oveja” con la imagen que efectivamente se ha formado y que corresponde, digamos, a una cabra.
2. Física
La física de Epicuro incorpora una ontología, puesto que ofrece una descripción completa de la realidad y sus componentes. Al igual que ocurre con su lógica, la física está subordinada a su teoría moral: su explicación de la realidad natural tiene como finalidad última evitar la perturbación del ánimo que provoca el temor a estar dominados por fuerzas misteriosas y desconocidas. En consecuencia, se descartan desde el principio las hipótesis explicativas que impliquen la existencia de causas sobrenaturales.
Este planteamiento conduce a Epicuro a una concepción materialista y mecanicista de la naturaleza similar a la que había ofrecido Demócrito.
Para Epicuro, la realidad es infinita y está compuesta por un número infinito de cuerpos que se mueven en el vacío, que también es infinito. La existencia de los cuerpos nos la muestran los sentidos y la existencia del vacío la inferimos del hecho de que existe el movimiento. Los cuerpos pueden ser simples o compuestos. Los cuerpos simples son los átomos, y los compuestos son agregaciones de estos. Los átomos son cualitativamente idénticos unos a otros; tan solo difieren por su figura, su tamaño y su peso. El movimiento original de los átomos es de constante caída vertical en el vacío debido a su peso. Este movimiento está regido por leyes mecánicas de carácter necesario que explican todos los fenómenos y que descartan la intervención de agentes divinos o sobrenaturales.
Lo único que escapa a esa necesidad son las desviaciones fortuitas y espontáneas que, a veces, experimentan los átomos y que provocan choques que tiene como resultado los cuerpos compuestos. Esta teoría sirve a Epicuro no solo para explicar físicamente la existencia de cuerpos compuestos de múltiples átomos, sino también para justificar la existencia de la libertad humana en un cosmos regido en todo lo demás por leyes necesarias. No hay ninguna inteligencia ni ningún proyecto en la constitución y funcionamiento del cosmos; tan solo hay necesidad y azar.
Nada procede de la nada y nada se resuelve en la nada. El nacer no es más que la unión de los átomos, y la muerte, su separación. De este modo niega Epicuro la inmortalidad y aspira a eliminar todo temor a la muerte. Con ella desaparecen las sensaciones, la conciencia y los sentimientos. No hay dolor tras la muerte, ni conciencia de haber muerto, ni alegría o tristeza por estarlo. Nada nos espera, ni bueno ni malo. La muerte no es nada para nosotros porque, cuando ella sea, nosotros no seremos.
3.Ética
La ética epicúrea es hedonista (identificar el bien moral con el placer), puesto que considera el placer como el bien supremo que sirve de referencia para orientar nuestra conducta. Es lógico que a una concepción materialista de la realidad le corresponde una concepción también materialista del bien, que se identifica, así, con el placer.
Antes de Epicuro, los cirenaicos ya habían propuesto el placer como referente de la conducta humana. Sin embargo, hay diferencias significativas entre ambos:
*Para los cirenaicos, el placer es una especie de movimiento suave, mientras que la quietud es un estado en el que no se experimenta ni placer ni dolor. En cambio, para los epicúreos existe el placer en reposo, que, de hecho, es la culminación misma del placer.
*Para los cirenaicos, tanto el placer como el dolor físico son mayores que sus correspondientes estados psíquicos. Epicuro, por el contrario, comprendió que los placeres y sufrimientos que afectan al alma humana son más duraderos y tienen un mayor impacto en las personas que los que afectan solo al cuerpo.
Estas precisiones en relación con la concepción del placer llevaron a Epicuro a realizar un análisis pormenorizado de los distintos tipos de placeres que existen, su valor intrínseco y su contribución al logro de la felicidad de quien los experimenta. En una primera clasificación distinguió dos tipos de placeres en función de su durabilidad:
*Placeres en reposo. Son aquellos en los que, una vez alcanzado el objeto que los produce, la sensación placentera se instala definitivamente en el sujeto que la experimenta. Son ejemplos de este tipo de placeres la amistad o el conocimiento.
*Placeres en movimiento. Tienen un carácter efímero. Apenas los experimentamos, la sensación placentera desaparece y nos obliga a renovar el esfuerzo para recuperarlos. Ilustran este apartado el placer sexual o el proporcionado por la saciedad del hambre o la sed.
Epicuro considera superiores los placeres en reposo frente a los placeres en movimiento, ya que estos últimos provocan turbación emocional y generan una dependencia que trae consigo un cierto grado de sufrimiento.
La segunda clasificación atiende a la combinación de dos aspectos diferentes como son la vinculación de los placeres con la naturaleza y con la necesidad que tenemos de ellos:
*Placeres naturales necesarios. Están ligados a la conservación del individuo. Son, por ejemplo, el placer de comer cuando se tiene hambre, el de beber cuando se tiene sed, el de dormir cuando se tiene sueño…
*Placeres naturales no necesarios. Son variaciones superfluas de los primeros, como, por ejemplo, degustar manjares, beber vinos de calidad o dormir en un buen colchón y con una buena almohada.
*Placeres no naturales ni necesarios. Sirven para alimentar la vanidad de los seres humanos. Pertenecen a esta categoría, por ejemplo, los placeres que proporcionan la riqueza, el poder, los honores y la fama.
De estos tres tipos de placeres, Epicuro recomendó disfrutar de los primeros siempre que sea posible, satisfacer los segundos con moderación y evitar los terceros.
Los placeres naturales y necesarios, como el placer de comer cuando se tiene hambre, culminan de forma precisa cuando desaparece el dolor que causaba su carencia, o sea, cuando se ha saciado el hambre. Los placeres naturales y no necesarios no poseen ese límite natural porque no hacen desaparecer ninguna necesidad, por lo que cabe la posibilidad de excederse en su satisfacción de modo que acaben acarreando sufrimiento. Los placeres no naturales y no necesarios provocan siempre perturbación del ánimo, lo que los hace desaconsejables si se aspira a una vida feliz.
Epicuro se ocupa no solo de cómo gestionar el placer, sino que también describe las expectativas que debemos tener ante el dolor. Conocer por anticipado lo que cabe esperar del dolor permite amortiguar la perturbación que nos pueda causar, y esto es fundamental para lograr el estado de felicidad serena al que aspira el sabio epicúreo. Así, nos dice el filósofo que, si el dolor físico es leve, resulta soportable y no se convierte en dolor psíquico; si es intenso, entonces no es duradero, y si es muy agudo, conduce pronto a la muerte.
De todo este análisis del placer podemos extraer tres conclusiones claras:
-La propuesta de Epicuro está muy alejada de un hedonismo extremo que proponga como objetivo el disfrute desenfrenado de todo tipo de placer.
-El modo de vida que se recomienda es bastante ascético, puesto que implica un ejercicio de abstinencia de todo aquello que pueda alterar el ánimo o resultar superfluo.
-El ideal al que se aspira coincide con lo que los griegos llamaban ataraxia, que consiste en la ausencia de dolor corporal y de perturbación del alma que se logra apaciguando las pasiones.
La propuesta de Epicuro conduce a dos recomendaciones fundamentales relativas a las relaciones sociales: apartarse de la vida pública y cultivar la amistad. Esto pone de manifiesto la enorme diferencia que existe entre los planteamientos de Platón y Aristóteles, propios de una etapa anterior, y el que ahora formula la doctrina epicúrea en el período helenístico.
Implicarse en asuntos políticos es garantía de perturbaciones y sinsabores que acaban acarreando infelicidad. Por ese motivo, frente al ideal platónico y aristotélico del ciudadano que se siente parte de una comunidad y trabaja por ella, Epicuro propone el ideal del sabio que se aparta a una especie de retiro espiritual y que se basta a sí mismo (autarquía) para lograr su felicidad personal.
Los vínculos sociales que este individuo establezca deben estar basados en la amistad, que es una relación que tiene su origen en la voluntad libre de los amigos y se nutre de reconocer el en amigo o amiga a alguien que siente, piensa y vive como uno mismo.
No es de extrañar, de este modo, que Epicuro fundara su escuela en una propiedad con un huerto a las afuera de Atenas, alejada del intenso ajetreo de la populosa vida de la ciudad.
(Francisco Ríos Pedraza. Historia de la Filosofía. Editorial Oxford. Madrid. 2023)