Aristóteles, fiel al modelo empírico que caracteriza su forma de investigación, parte, en la elaboración de su teoría política, de un riguroso análisis de 158 Constituciones escritas que recogían otras tantas formas de organización política concretas. A partir de ahí, tratará de encontrar soluciones a los problemas planteados en la “polis” griega, dejándose inspirar, más allá de toda idealización al estilo platónico, por un espíritu fundamentalmente realista y pragmático.
Considera el hecho de vivir en sociedad como algo connatural al ser humano, subrayando la primacía de la polis- el marco de la convivencia política- por encima de otras formas de relación social, como la aldea o la familia.
Aristóteles dedica una gran parte de su obra Política a investigar el concepto de ciudadano y las condiciones y virtudes que exige ser ciudadano, y, sobre todo, a responder a la pregunta de cuál sea el régimen político mejor. Pues considera que lo que justifica moralmente una forma de organización política es que sirva al “bien común”.
1.La ciudad
Para Aristóteles, la forma natural de agrupación humana viene determinada en función de la capacidad para satisfacer las necesidades de los hombres.
La “casa” es la comunidad primitiva que hace posible cubrir las necesidades básicas y cotidianas del hombre. Esta “casa” es lo que nosotros entendemos por “familia” en sentido amplio, ya que entre sus miembros se encuentran familiares con vínculos de sangre, pero también esclavos, es decir, la constituyen todos aquellos que viven juntos y forman en este sentido una unidad económica básica.
Pero sólo en la “ciudad” entendida en el sentido de la ciudad-Estado griega puede el hombre desarrollarse plenamente. Por eso, para Aristóteles, el Estado es también una comunidad natural, en contra de la opinión de algunos sofistas que lo consideraban una creación convencional. El Estado es un todo del que el individuo, la familia y la aldea son sólo parte.
En su análisis de las relaciones sociales, pagará, sin embargo, un alto tributo a la mentalidad dominante de su época al justificar como algo exigido por la naturaleza la existencia de la esclavitud, aunque reconozca casos de esclavitud que son fruto de la violencia y admita que hay quien tiene alma libre y cuerpo de esclavo, o viceversa.
Porque lo que le preocupa determinar de esta institución natural es qué es lo que convierte a un hombre en miembro de pleno derecho de la ciudad, es decir, en ciudadano: “no se es ciudadano por habitar en un sitio determinado”, dice Aristóteles, “pues los extranjeros y los esclavos también residen en la ciudad y no son ciudadanos, ni tampoco por disfrutar de ciertos derechos”. Tampoco las mujeres pueden ser ciudadanas, su lugar es la casa y su ocupación los hijos.
Ciudadano solamente es aquel que participa en la administración de la justicia y en el gobierno de la ciudad. Esta participación del ciudadano en la administración de la justicia y en el gobierno está encaminada a alcanzar el fin propio de la ciudad, que es el bien común de los ciudadanos.
2. Los regímenes políticos
Aristóteles presupone que hay diversas formas de organizar la ciudad, las cuales pueden tener como objetivo conseguir el “bien común”, y que todas ellas son rectas si cumplen esta función. Lo que descalifica a un régimen político desde el punto de vista ético es que no ejerza el poder en función del bien común.
Para Aristóteles, todos los regímenes políticos que se proponen el bien común son rectos desde el punto de vista de la justicia absoluta, y los que sólo tienen en cuenta el beneficio de los gobernantes son defectuosos o despóticos. Todos ellos son desviaciones de los regímenes rectos.
Considera que la existencia real de diversos regímenes políticos depende de la organización social y económica de cada Estado. Según sea ésta, será diferente el régimen político que convenga al grupo social dominante.
La forma y el gobierno ideal para Aristóteles es una mezcla de aristocracia y democracia, porque evita los extremos. En ella, los derechos políticos pertenecen a las capas de población libre, de situación económica media.
A esta organización política ideal le da el nombre de politeia (república): “Una república bien mezclada- nos dice Aristóteles en la Política- debe parecer ser a la vez ambos regímenes y ninguno, y conservarse por sí misma y no por el exterior, y por sí misma no porque sean mayoría los que quieren este régimen (pues esa condición podría darse en un régimen malo), sino por no querer otro régimen ninguna de las partes de la ciudad en absoluto”.
Esta solución viene a ser una democracia de clases medias, pues la clase media, en cualquier sociedad, suele comportarse como factor estabilizador, garantizando paz: “La ciudad debe estar constituida de elementos iguales y semejantes en el mayor grado posible, y esta condición se da especialmente en la clase media, de modo que una ciudad así será necesariamente la mejor gobernada”.
A pesar de la preferencia de Aristóteles por ese tipo de régimen se muestra partidario de un “posibilismo político” que le lleva a afirmar que el gobierno más conveniente es el que mejor se adapta a las características naturales de cada pueblo.
No obstante, Aristóteles hace una clasificación de los regímenes políticos distinguiendo las formas que considera rectas por ser conformes a la justicia, y las desviadas o despóticas, que son contrarias a la justicia. Utiliza un doble criterio de clasificación; la forma de gobierno y el fin al que tiende este gobierno:
Dentro de los regímenes rectos el mejor es la República cuyo fin es el interés común y la soberanía recae en la mayoría.
En segundo lugar como régimen recto nombra la Monarquía cuyo fin es el interés común y el soberano es un individuo.
La Aristocracia es el tercer mejor régimen si su interés es el bien común y la soberanía recaería en la élite (la minoría).
En los regímenes despóticos nombra como menos malo la tiranía que se basa en el interés del monarca y la soberanía recae en él.
El quinto régimen que cita nuestro autor es la Oligarquía que se basa en el interés de los ricos y éstos tienen la soberanía.
El último régimen es la democracia porque su fin es el interés de los pobres y la soberanía recaería en la mayoría.
(AA. VV. Paradigma 2. Historia de la Filosofía. Editorial Vicens Vives. Barcelona 2003)