SÓCRATES
Sócrates se enfrentó a los sofistas, indicando que el bien y las virtudes tienen un sentido objetivo, frente a lo que pensaban, por ejemplo, Protágoras. Su enseñanza ética destaca por subrayar el papel del conocimiento en la actuación moral. Así, según Sócrates, quien actúa mal lo hace por ignorancia, es decir, porque no se ha percatado de la felicidad y la belleza que supone guiarse por el bien.
EPICURO
Epicuro identificó el bien con el placer, de modo que creía que, si el ser humano deseaba ser feliz, debía regirse por la búsqueda de actividades placenteras. Sin embargo, al reflexionar sobre las consecuencias del placer, se dio cuenta de que muchos placeres perturban, son temporales o dejan a la persona insatisfecha. De ahí que concluyera que el ser humano feliz es aquel que ha logrado la imperturbabilidad del ánimo: la ataraxia.
PLATÓN
Al diferenciar radicalmente el mundo de las ideas y el mundo sensible, Platón estimó que el ser humano feliz es aquel en el que predomina la parte espiritual. Afirmó que el cuerpo es la cárcel del alma y propuso una ética basada en el ejercicio de las virtudes intelectuales, la búsqueda de la sabiduría y de las virtudes morales, con el fin de someter las pasiones.
ARISTÓTELES
Según éste, la verdadera felicidad se encuentra en la contemplación de la verdad. Junto a esta felicidad perfecta, admitió otra de segundo nivel, basada en la adquisición de hábitos éticos. El ejercicio de las virtudes posibilita que el ser humano desarrolle su naturaleza y alcance la plenitud.
SÉNECA
Séneca es uno de los máximos exponentes de la moral estoica. Alabó la vida austera y promovió la indiferencia ante los bienes temporales. Lo importante, a su juicio, es el ejercicio de las virtudes, y guiarse siempre y en todo caso por la razón. Como la persona no puede imponer sus deseos, aconsejaba aceptar el curso de los acontecimientos. Se interesó especialmente por los temas de la amistad, la paz interior y la clemencia.
TOMÁS DE AQUINO
Presenta una versión matizada de la ética aristotélica. Como Aristóteles, se centró en identificar el fin último, ese bien máximo que llena plenamente a la persona. Este bien debe saciar por completo las inclinaciones humanas y ser querido por sí mismo. La felicidad perfecta se halla en la vida beatífica y el encuentro del sujeto con Dios, para el cual, además de la virtud, se necesita la gracia.
HUME
Siguiendo sus postulados empiristas, Hume pretendió fundar la moral sobre las sensaciones. Por eso, no tuvo más remedio que sostener que la ética descansa en el agrado o desagrado que suscita una determinada acción en el sujeto, o en el sentimiento de aprobación o desaprobación que provoca. El emotivismo constituye una de las principales posturas éticas de la actualidad.
KANT
Kant propuso una ética centrada en el cumplimiento del deber. La ética de Kant es, además, formal, puesto que se limita a establecer el criterio que hay que tener en cuenta para juzgar acerca de la moralidad de una acción. En su opinión, ese criterio lo ofrece el imperativo categórico. Se trata de una ética autónoma en el sentido de que es el propio sujeto moral el que se lo impone a sí mismo.
BENTHAM Y STUART MILL
El utilitarismo se guía por el llamado principio de la felicidad, según el cual las acciones son correctas en términos morales siempre y cuando promuevan la felicidad del mayor número posible de personas, e incorrectas si sus consecuencias son las contrarias. El utilitarismo cifraba la felicidad en el placer. Bentham creía que todos los placeres son iguales y que lo importante es la cantidad. Stuart Mill, por su parte, señaló la posibilidad de establecer distinciones cualitativas entre ellos.
SCHELER Y VON HILDEBRAND
La ética material de los valores se presenta como una crítica a los excesos de la ética del deber inspirada en Kant. Para estos autores, lo primero no es la conciencia del deber, sino la conciencia de que algo es valioso, ya que el deber exige un valor previo que lo justifique. Los valores son cualidades objetivas que se nos presentan como merecedoras de estima en sí mismas. Existen diferentes tipos de valores y hay una ordenación entre ellos. A cada valor le corresponde un antivalor.
HABERMAS
En su ética discursiva, Habermas, al igual que pensaba Kant, considera que la ética ha de ser universal y formal: no tiene como objetivo indicar lo que se debe hacer, sino establecer el criterio que posibilita decidir cuándo es correcta una acción. El procedimiento que permite dirimir el deber moral es el diálogo, siempre que cumpla una serie de requisitos: quienes intervienen en él han de contar con las mismas oportunidades y debe primar la fuerza del mejor argumento. Este diálogo permite el consenso moral.
MACINTYRE
En su nueva ética de la virtud, la mejor aportación de este pensador al campo de la ética ha sido señalar las debilidades del planteamiento emotivista. Según este autor, el emotivismo implica la aceptación del relativismo moral y el rechazo de la racionalidad ética, sometiéndola a los sentimientos. Reivindica una vuelta a la concepción aristotélica e incide en la búsqueda de la virtud, entendida como excelencia.
GILLIGAN
En la ética del cuidado, esta filósofa pretende ampliar el campo de la ética del deber de raíz kantiana de forma que, además de la igualdad y la justicia, atienda también al desarrollo moral de cada ser humano y a las diferencias personales. Gilligan busca una nueva ética de la responsabilidad que se centre en el cuidado y la compasión.
SINGER
Presenta una versión del utilitarismo clásico. Singer rechaza la existencia de una naturaleza común en el ser humano; por consiguiente, no cabe encontrar un principio universal u objetivo de actuación. El único criterio ética es la preferencia individual. Defiende la ampliación del concepto de persona, incluyendo en él a los animales, pues sienten y buscan la propia satisfacción. En cambio, niega la dignidad de persona a los seres humanos que carecen de conciencia.
(AA.VV. Filosofía. BA Código abierto. Editorial Casals. Barcelona. 2022)