Tengo una mala noticia. Una mujer o incluso muchas mujeres en lugares estratégicos no garantizan el feminismo, solo aumentan las probabilidades. El feminismo es un conjunto de ideas, una aproximación a los derechos humanos, la política y las relaciones personales: y aunque lógicamente seremos las mujeres quienes se beneficien de sociedades más feministas, es decir, mejor repartidas, disponer de una vagina o identificarse como mujer en el caso de las trans no asegura una determinada manera de pensar.
Tengo que hablar de una cuota de la que no me apetece nada hablar, a quienes están en contra de la discriminación positiva les encanta hablar de este cupo en concreto. Es el de las mujeres terribles, insolidarias, malvadas, explotadoras, fascistas, ellas y la meritocracia son el argumento favorito del machismo para negar la efectividad de la discriminación positiva ¿Por qué aupar a las mujeres a los puestos de poder si pueden ser tan incompetentes y crueles como los hombres?
Recordemos lo que decía Simone de Beauvoir, que el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos, y es cierto. Existen las cómplices y además son muy visibles. Existe Lauren Southern, exitosa youtuber canadiense de ideas conservadoras y tránsfobas que coquetea con el supremacismo blanco, conocida por un vídeo en el que explica por qué es antifeminista. Uno de sus argumentos es que también hay hombres que sufren violaciones. Se le olvida dar el dato de que sus violadores fueron otros hombres. Existe Marine Le Pen, líder ultraderechista francesa abiertamente xenófoba, incitadora al odio entre vecinos en un país multicultural. Existe Alicia V. Rubio, vicesecretaria de movilización del partido de extrema derecha VOX, quien califica la Ley de Violencia de Género- la única herramienta de la que disponemos para acabar con una inercia que se ha llevado por delante más vidas que el terrorismo en España- de “invento legal retrógrado, cuya existencia se debe a la ignorancia de la mayoría y la maldad interesada de una minoría”. Existe María de los Ángeles Carmona, parte del Consejo Superior del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, partidaria de la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios respecto al aborto, que deja a las mujeres desamparadas y les niega la soberanía sobre su propio cuerpo. Todas existen, todas destacan y sin feminismo no hubieran llegado a los púlpitos desde los que están hablando. Sus voces se escuchan en lugares en los que antes solo se oían voces de hombres, pero su discurso es el del autoritarismo, el conservadurismo, la falta de solidaridad y el racismo. De poco sirve que cambie la frecuencia si el mensaje sigue siendo el mismo. Ninguna de ellas va a cambiar nada para mejor.
¿La presencia de mujeres no garantiza progreso? Posiblemente, pero su ausencia es inaceptable. Es un desajuste antidemocrático que hay que corregir como sea. La foto del ejecutivo nombrado por Pedro Sánchez en junio de 2018 incluía a once ministras y seis ministros. La excitación era grande en aquellos días y por todas partes se escuchaba la buena nuevas de que ya teníamos Gobierno feminista, pero realmente aún no sabíamos si lo era o no. El feminismo no es una foto llena de mujeres, sino una carrera de fondo de actos. Una mujer al frente de una gran compañía, o de cien, no es un triunfo del feminismo si está ahí para explotare a sus empleados y empleadas, si no facilita la conciliación del trabajo con la vida y los cuidados, si perpetúa la precariedad, la falta de derechos, la explotación de personas y recursos naturales. No, la cuota de mujeres no es igual que la cuota feminista, de nada sirve la igualdad numérica, la equivalencia al peso, si los modos de hacer no cambian con nuestra presencia.
Pero aun así la presencia es un primer paso imprescindible. Necesitamos que el poder quede repartido entre gente que no es tan parecida entre sí y la verdad es que personalmente no puede evitar que me guste ver esa foto. Me genera esperanza porque se acerca más a un mundo equilibrado. Me da la sensación de que las decisiones que atañen a mi salud reproductiva, por ejemplo, no se toman en un bosque de trajes y corbatas. Cuando la miro, me veo. Esas mujeres están ahí gracias al feminismo y solo espero que se acuerden.
(Nerea Pérez de las Heras. Feminismo para torpes. Editorial Planeta. Barcelona. 2019)